«El no cruce – terremoto del 2010»
Era el viernes 26 de febrero de 2010 y estaba en Malargüe, en el sur de Mendoza, a los pies de la Cordillera de los Andes.
Era la víspera del día de llegada del último grupo de veinte ciclistas que iba a cruzar los Andes con nosotros en esa temporada. Habíamos realizado en enero dos cruces de los Andes por el Paso Pichachén y uno en febrero por el Paso Vergara desde Malargüe hacia Curicó. Más de sesenta ciclistas de diferentes países habían pasado en ese verano y teníamos la energía renovada para llevar a cabo la última aventura del verano.
Estaba todo listo: Las reservas realizadas, todo el equipamiento verificado, las bicis listas para rodar, todos los formularios impresos, los seguros reservados, los vehículos prontos, toda la comida embalada y los integrantes del grupo en viaje por diferentes medios para llegar a Malargüe al día siguiente.
Toda nuestra “ingeniería” en pleno funcionamiento para no dejar ningún detalle librado al azar.
Esa noche me fui a dormir y como en toda previa a un cruce de los Andes, costó un poco más de lo normal conciliar el sueño. Me quedé repasando todos los detalles organizativos que no podían fallar.
A las ocho debía viajar ciento ochenta kilómetros hacia el aeropuerto de San Rafael para buscar a un pequeño grupo de ciclistas que llegaba en avión, con lo cual en la ruta me iba a cruzar con el minibús que llegaba desde Buenos Aires. Me entretenía pensar en cual lugar de la ruta me iba a cruzar con ellos y quien reconocería primero a quien.
En medio de la noche tuve una pesadilla y nunca pude acordarme que sucedía en el sueño, pero de repente me desperté muy sobresaltado por los golpes que recibía la puerta de la cabaña donde me alojaba. Enseguida reviví una espantosa sensación de vibraciones, movimientos totalmente anormales y sentí náuseas.
Eran las 3.34hs de la mañana y no sabía que Chile estaba sufriendo en ese momento uno de los terremotos más graves de la historia con 8.8° en la escala de Richter.
Una vez en la calle y todavía desorientado pregunté a mis salvadores que estaba sucediendo y me alertaron sobre un temblor muy fuerte. En Malargüe nos informaron al día siguiente que el temblor superó los 5° en la escala de Richter.
El frío de esa madrugada y la ausencia de nuevas réplicas hicieron que a la media hora vuelva a la cabaña y ante la urgencia de saber que había sucedido, encendí la tele y la computadora. Lógicamente todo acababa de suceder y no había ninguna noticia nueva ni en los noticieros ni en los portales de noticias y me fui a dormir.
Minutos antes de despertarme para viajar hacia San Rafael, recibí el llamado de Eduardo, uno de los ciclistas inscriptos, quien estaba en Aeroparque para embarcar hacia San Rafael. “Mariano, te enteraste lo que pasó?” Me sonó a una eternidad el tiempo que demoré en interpretar de qué me estaba hablando. Prendí la tele y a las ocho de la mañana el horror estaba siendo documentado en su totalidad: Terremoto, réplicas, tsunami, muertos, derrumbes y ciudades como Curicó o Talca devastadas. Si uno quería sintetizar la imagen de la desolación más absoluta, solo unos segundos frente a la pantalla alcanzaban.
El terremoto era una catástrofe fenomenal y nosotros estábamos en una situación compleja. Sin banalizar la gravedad que vivía Chile en esas horas, nosotros teníamos una enorme responsabilidad y eran los inscriptos al cruce de los Andes que estaban llegando ese día. Estaba todo completamente organizado y de pronto en lo último que podíamos pensar era en dirigirnos hacia un país que estaba comenzando el día en medio de un drama nacional.
Una vez de regreso de San Rafael pude finalmente reunirme con todo nuestro equipo de trabajo. Un equipo de gente muy preparada, muy comprometida, muy profesional y convencida de la búsqueda constante de la excelencia.
En esas horas comenzamos a delinear el plan:
Debíamos definir un recorrido a realizar en esos seis días, resolver la contratación de una noche de hotel en San Rafael para veintiséis personas en lugar de la noche final en Curicó, resolver el reemplazo de vuelos de salida desde Argentina, en reemplazo de vuelos originalmente reservados para salir desde Chile, reservar alojamiento en Malargüe para varias noches y coordinar la tarea a realizar por cada uno.
En una época donde reservar o pagar con tarjeta de crédito en forma no presencial era imposible, una agencia de San Rafael fue nuestro ángel de la guarda: Se ocuparon de reservar la noche de hotel para todo el grupo en San Rafael y de cambiar varios pasajes aéreos con mi sola promesa de arreglar las cuentas una vez que la travesía hubiera terminado.
Esa mañana de domingo me tocó dar una de las peores noticias que se le puede dar a un grupo de ciclistas que lleva meses de preparación y tiene las expectativas por las nubes. Había un punto a favor: todos pensaban que íbamos a cancelar el programa y enviarlos derecho a sus casas y no esperaban que existiese la posibilidad de llevar a cabo un programa alternativo.
La angustia se reflejaba en la cara de esos veinte ciclistas, todos entendían las razones, pero reconstruir la alegría luego de la demolición del “gran sueño” no iba a ser fácil.
Comenzar a pedalear esa mañana llevó mucho tiempo, muchos llamados telefónicos y ocuparnos de todas las situaciones personales de cada ciclista que debían ser resueltas antes de quedarnos sin señal telefónica por varios días.
El nuevo plan implicaba pedalear durante los primeros tres días el mismo recorrido planeado y a partir del cuarto día de la travesía regresar a Malargüe, ya que a partir de allí el Paso Vergara nos llevaba por valles angostos, donde el riesgo de derrumbe era alto.
Había un abogado en el grupo, Carlitos Z., un ancho de espada en el arte de negociar siempre un “contrato” un poco mejor, que insistía siempre en ir un poco más lejos. Con los días le fichamos el perfil y se hizo querer. Ojalá haya sentido que me dolía en el alma no poder pedalear con él hasta Curicó. Pocos años después lo tuvimos en un nuevo cruce que se realizó con normalidad.
En la primera noche de campamento en Bardas Blancas, a orillas del Río Grande, nuevamente sentimos una réplica del terremoto y nuevamente viví esa sensación tan desagradable de sentir a la tierra en movimiento, vibrando en frecuencias anormales y el espanto de la fauna de la región quejándose al unísono en medio de la madrugada.
Pedaleamos tres días desde Malargüe internándonos en los Andes. Muy lentamente iba desapareciendo ese espiral de frustración ascendente que se sentía en el aire, esa sensación de estar pedaleando hacia ningún lugar y sin ningún sentido. Mientras, comenzaba a surgir la admiración por el lugar que estábamos transitando y la experiencia que estábamos viviendo.
En el tercer día encontramos rocas gigantescas esparcidas por el borde del camino y sus aledaños, fruto de los derrumbes acontecidos apenas tres días antes, eran imágenes presentes que nos recordaban la enorme suerte que habíamos tenido en no haber estado allí en ese momento. Por las dudas Carlitos, el abogado, con una sonrisa pícara, me sondeó: “Y Marianito, y si vamos un poco más allá?”
En el cuarto día de travesía regresaríamos desde el “Puesto de Doña Ángela” a Malargüe, nos estableceríamos en el refugio polideportivo que la ciudad tenía reservado para las delegaciones deportivas que los visitaban y en la tarde haríamos un recorrido de ida y vuelta hacia los “Castillos de Pincheira”. Estas son unas formaciones rocosas espectaculares, talladas por acciones erosivas, principalmente glaciares, donde la historia dice que los hermanos de apellido Pincheira se refugiaban. Estos formaron una montonera (guerrilla montada) que a través del cuatrerismo y del robo asoló la región central de los Andes chilenos y argentinos entre el 1817 y 1832, reuniendo un ejército entre criollos y aborígenes de más de mil combatientes. Fueron un dolor de cabeza serio en ambos lados de la frontera, llegando a influir sobre las decisiones de los gobernantes de más alto rango de ambos países https://es.wikipedia.org/wiki/Hermanos_Pincheira
El regreso desde “Castillos de Pincheira” lo hicimos bajo una tormenta de verano. Descender como chicos bajo la lluvia, llenarnos de pecas de barro y llegar a Malargüe bajo una granizada fue liberador. El ánimo del grupo había cambiado, la energía era otra.
El quinto día fue un sueño: Nos fuimos en vehículo hacia Las Leñas, allí descargamos las bicis del trailer y pedaleamos desde Las Leñas hasta la Ruta 40 pasando por un sinfín de atracciones. En un día radiante paramos en el “Pozo de las ánimas”, un complejo de dos dolinas de origen natural, la mayor de ochenta metros de profundidad, doscientos metros de diámetro y un espejo de agua azul profundo. En los Molles almorzamos y salimos del asfalto para pedalear nuevamente sobre un camino de ripio. La siguiente parada fue en la “Laguna de la niña encantada”, una laguna de agua gélida y color verde esmeralda que impresiona por su belleza. “La cuesta del infiernillo” nos hizo atravesar una colada de lava volcánica donde hay rastros de fósiles marinos, todas sensaciones positivas ante tanta belleza.
Para el último día de travesía debíamos trasladarnos ciento veinte kilómetros hasta el embalse “El Nihuil” donde comenzaba el recorrido. El plan era recorrer el “Cañón del Atuel” hasta el embalse “Valle Grande”. El camino serpentea mayormente en descenso acompañando al río Atuel a lo largo de cincuenta y seis kilómetros y pasa junto a tres presas ubicadas para regular el caudal.
El embalse “Valle grande” es deslumbrante, un espejo azul gigantesco con una formación alargada en el centro que emerge del agua y que recibió el nombre de “Submarino” y allí terminó nuestro recorrido.
No faltaron las fotos, ni los abrazos! La emoción y el champagne estuvieron allí para celebrar la llegada de un viaje muy especial.
No habíamos podido cruzar los Andes, pero el esfuerzo había sido el mismo y la capacidad de disfrutar y sobreponerse a la dificultad fue la mayor enseñanza.
Para nosotros en MTB Tours fue una prueba inesperada y un ejercicio de superación que sorteamos con mucho esfuerzo. Mirándolo a la distancia no fue mucho en referencia al sufrimiento de los hermanos del país vecino, pero en el momento para nosotros fue todo.
Más información del terremoto: https://es.wikipedia.org/wiki/Terremoto_de_Chile_de_2010
Texto: Mariano D’Alessandro
Foto: Roberto Costanzo
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